Esa manía de escribir

por Julieta Novelli
En Badebec. Revista del Centro de Estudios de Teoría Literaria.
Vol. 11 Núm. 22: Marzo (2022)
Obra de portada: Sebastián Peronja, acrílico sobre lienzo, 100x100cm, «El fin de extrañar», 2019.
En “Chateaubriand: Vida de Rancé”(1965), ante la pregunta sobre si la literatura sirve para algo, Roland Barthes propone pensarla como una posibilidad de distanciarse de “la viscosa manía de sufrir” (113). Si bien la pregunta no se corresponde de manera precisa con aquella que atraviesa los catorce ensayos reunidos en el libro ¿Qué hay en escribir? De Maurice Blanchot a Fernanda Laguna de Silvio Mattoni, es en la respuesta donde puede encontrarse una musicalidad común. El conjunto de ensayos se desespera, como plantea Mattoni en el “Prólogo”, por responder lo imposible. Porque al impedimento de hacer visible aquello que no es enunciable, los secretos y misterios de la escritura, se antepone el deseo desenfrenado de escribir para atenuar “la manía de sufrir” señalada por Barthes o para afirmar “una intensa posibilidad de vida”, como sostiene Mattoni en el enunciado final (380).El libro se estructura en dos partes.“Ingenios de la lengua” despliega lecturas sobre ensayistas, críticos y escritores franceses. Mientras que “Técnicas de la prosa” se refiere sobre todo a la técnica, los ritmos, la prosa y la poesía de escritores argentinos. A estas dos partes las acompaña un “Envoi” que reúne dos textos breves sobre René Char y Marguerite Duras. Desde el comienzo, Mattoni advierte que el libro no se propone responder al interrogante que lo abre y con el que se titula el primer escrito sobre Blanchot. Se trata, entonces, de la apuesta por un interrogante móvil, decididamente huidizo; una trampa tejida para afirmar la falta que lo constituye. Si en uno de los ensayos se afirma que en la poesía el cuerpo “baila” al borde del pensamiento, las distintas reescrituras y modulaciones del interrogante son la danza que despliega Mattoni para no caer en la solemnidad y la ingenuidad de creer que se sabe, que se puede fijar una respuesta, ante el misterio del deseo que estimula la escritura. En términos de Friedrich Niestzche, otra voz que aparece con asiduidad en estos ensayos junto con Stéphane Mallarmé, podríamos decir que la danza, y con ella la palabra poética, son entendidas como un modo de aligerar el mundo y vencer al espíritu de la pesadez. Los textos de Mattoni, entonces, intentan no detener el ritmo perpetuo de la escritura, no volverse como Orfeo provocando el desvanecimiento del misterio, más bien habilitan el desvío, las reformulaciones, lo incompleto, lo no resuelto. Por eso, Mattoni define en las primeras páginas a sus escritos como ensayos literarios, porque busca mantener la oscilación entre la literatura y la teoría; entre la fascinación –el misterio, la suspensión de sentido, la intimidad de lo irrevelado, los fragmentos–y la explicación –la reorganización de los fragmentos, el comentario, la detención.En estos escritos, tal como se señala en la “Nota a la edición”, la pregunta sartreana por lo que la literatura es se desplaza hacia lo que la literatura puede, para indagar el inexplicable impulso de escritura que, pese a la certidumbre del fracaso inminente, siempre se renueva. ¿Qué es lo que hace nacer cada vez el deseo de escribir?, podría ser otra de las vocalizaciones que derivan de la pregunta por lo que hay. Las voces de los escritores amados, responde Mattoni, porque son aquellas las que impulsan su escritura. Este principio se advierte en los títulos de los ensayos ya que, excepto los dos que abren la primera y la segunda parte, todos llevan primero un nombre propio seguido de una aclaración. De modo que las voces que motivan la escritura de Mattoni se extienden desde Maurice Blanchot a Fernanda Laguna, incluyendo a Francis Ponge, Charles Du Bos, Antonin Artaud, Friedrich Hölderlin, Jorge Luis Borges, Juan L. Ortiz, César Aira, Silvina Ocampo, Roberta Iannamico, Aldo Oliva, Juan Ritvo, René Char y Marguerite Duras. Al volverse sobre estos nombres y sus singularidades, cada uno de los ensayos formula respuestas parciales a la pregunta que abre el libro, ya que el “qué hay” decanta en otro interrogante en el que resuena el para mí nietzscheano: ¿qué hay ahí para cada uno de estos escritores? O también: ¿qué hay ahí, para mí, para cada uno de estos escritores?
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