El punto en el tiempo. Gran obra y realismo en Juan José Saer y César Aira

Juan F. Comperatore entrevista a Valeria Sager

 

En su libro sobre la obra de Manuel Puig, Alberto Giordano escribió: “El crítico académico deviene ensayista cada vez que escribe no para reproducir lo ya sabido, sino para saber: saber qué pasa entre un texto y su lectura, entre ese encuentro incierto y las previsiones teóricas“. Palabras que sin duda podrían aplicarse al caso de Valeria Sager quien, en El punto en el tiempo. Gran obra y realismo en Juan José Saer y César Aira, una tesis doctoral devenida recientemente ensayo, trastoca lecturas cristalizadas, coloca del revés nociones capitales de la crítica vernácula e invita a leer y releer con entusiasmo renovado. Sin ir más lejos, en lugar de contraponer las literaturas de Aira y Saer, da cuenta de sus puntos de conexión sin pasar por alto sus singularidades; vuelve a Balzac, a Stendhal, pero también a Lukácks, para enmendar un desvío interpretativo o, por qué no, con el fin de asumir que el desvío es lo propio de toda lectura que procure aguijonear el pensamiento.“

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Tu lectura del realismo ─por lo general asociado a la transparencia estilística y el afán representativo─ subraya, en cambio, sus procedimientos formales, tales como la temporización del relato, el encadenamiento causal o la elaboración del verosímil. Lo interesante es que no te amparás, para ello, en ningún autor contemporáneo, alcanza con Balzac mismo. ¿Hemos estado leyendo de manera equivocada?

La omnipresencia del narrador, de la voz del narrador que va dosificando, ordenando y llevando al lector a que preste atención a la construcción causal (fragmentos que se empeñan en demostrar que como un personaje es de tal manera o realizó tal acción, le ocurrió tal o cual cosa) y a una construcción temporal que es lineal (fragmentos que dicen que si un personaje desde joven había sido de tal forma, con el paso del tiempo, llegó a ser de tal otra), son propios de Balzac, de Tolstoi o de Stendhal más que de Flaubert o Zola. Ese énfasis sobre la causalidad es, diríamos con George Lukács, más propio del realismo clásico y de la narración enfocada en la acción que del tipo de realismo que se da en el realismo francés decimonónico después de 1848, ese tipo de realismo que sobre dimensiona la descripción y tiene personajes más estáticos. Cuando en la narración domina la construcción lógica ordenada a partir de los nexos coordinantes causales, los “entonces” y los “por lo tanto” pero también los adversativos que reducen las multiplicidades (esto o esto), lo que leemos nos parece más transparente. La demostración científica combina fórmulas con textos cuyo punto de insistencia sintáctico es el también el nexo coordinante pero el lenguaje, todo lenguaje, es una forma o una fórmula, no una realidad o un conjunto de cosas. Si hacemos una lectura que recorra la línea que comienza con Saussure y llega hasta el posestructuralismo no hay posibilidad de pensar el lenguaje como transparente pero si leemos desde la Poética de Aristóteles y su interés por los modos de imitación hasta Marx y los marxistas, tampoco. La lectura de Lukács de los grandes realistas no presupone ningún tipo de transparencia sino la lectura de formas en las que por su construcción lógica, su búsqueda de totalidad y su interés en la acción, nos enfrentarían con una tensión entre lo real y lo posible, entre nuestra conciencia, nuestro trabajo, nuestras relaciones, medios y condiciones de producción y las posibilidades de un mundo en el que esas condiciones y esa estructura se partiera y repartiera de otros modos. Si el realismo fue leído como una forma mala, fea, banal y demasiado cargada de mensajes lineales y transparentes, maniqueístas, sencillistas o de un costumbrismo rancio; la culpa no era del realismo sino de que no nos gustan determinados escritores que reducen la ambición realista a la representación trillada. Si no nos gustan las novelas costumbristas (debería llamarlas ¿series?) de Adrián Suar no es porque sean costumbristas o realistas sino porque son malas, tienen diálogos poco interesantes, actores que sobre actúan y son repetitivas en sus formas de representar o de narrar, ¿no?

 

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