Hay cuatro historias y se anuncian a continuación, con el propósito de calmar a los que siempre preguntan de qué va la cosa y no aguantan que la cosa vaya como si fuera sin ir y no como ellos quisieran que vaya:
1, la del frigorífico La Suerte (este nombre no simboliza nada, es como ponerle Colita a un perro), donde entran al ruedo Zamorano, el viejo Maseca, los ayudantes mellizos, también changos y sacoleros. Hay acciones: el asesinato de un joven operario en manos de una novia despechada, el delirio evangélico del patrón, el sueño revolucionario y otras;
2, la de Zamorano y su trabajo (no el trabajo “pantalla” del frigorífico sino su verdadero trabajo, ese que consiste en borrar huellas criminales o culposas en cualquier accidente ocurrido en la ciudad); dicha actividad se ejerce en cierta clave que no desdeña, por ejemplo, las transcripciones al runasimi de manuales informáticos;
3, la del espíritu de la hija de Zamorano, muerta en un accidente insignificante; no sin resignación él busca el espíritu (illakuna) de su niña; está convencido de que si localiza el lugar del último suspiro encontrará el punto de fuga desde el cual recuperarla. El próximo paso será ubicar un cuerpo de muerte reciente para “depositarlo” ahí y de este modo devolverla a la vida; y 4, la relación de Zamorano con la cosmetóloga aficionada a leer la suerte en las orejas de la gente.
(Aviso: no hay garantías de que este parque temático sea respetado con eficacia y en cualquiera de sus dimensiones)