Un quipu es una herramienta que utilizaban los indios del Perú que servía para llevar registro de sucesos y contabilizar de elementos. Hechos con sogas y colores, cada nudo y su vínculo con otros representaba para ellos una información. Quipu. Nudos para una narración feminista (Eme) también es el título del libro de María Pia López. Socióloga y Doctora en Ciencias Sociales, ensayista y activista, en su prosa no está la altanería de la certeza sino la apertura de la duda, el balbuceo, la deriva. Para López la lengua y la palabra feminista conforman una constelación cuyo brillo mayor se da cuando el estado es de pregunta.
— Hay dos elementos centrales en el libro. El primero, que además es título, es “quipu”, y el segundo es “bricolage”. Ambos se realizan con las manos, siempre tan ceñidas a la productividad, pero vos elegís llevarlos al terreno de la lengua. Hablás de “Operaciones materialistas. Nosotras somos materialistas. Feminismo de los restos, de los pedazos, de las costuras”. ¿Qué nos vienen a decir esos nudos y esos retazos?
— Me di cuenta de que en el último tiempo estaba pensando mucho alrededor de metáforas textiles, en la sensación de hacer con las manos, en tejidos, tramas. Y empezó a aparecer esta idea del bricolage, porque se podía establecer una serie ahí, alrededor de un tipo de pensamiento que es un pensamiento no sistemático, un pensamiento periférico, un pensamiento de los restos que no tiene la contundencia del concepto claro. Sino que se va estableciendo casi en un balbuceo. Encontré que también lo usaba León Rozitchner para nombrar su filosofía, Levi Strauss para nombrar el pensamiento salvaje, Julieta Kirkwood o María Moreno para nombrar la apropiación feminista, y que lo situaba en una genealogía interesante que es el pensar en ese lugar de no saber estricto, ¿no? Es decir, lo que pasa cuando asumimos que no sabemos, que andamos más o menos a tientas, que lo que podemos ir sabiendo con otres es más bien una conjetura, una suposición, pero también una serie de malentendidos. A mí me gusta pensar lo que ocurre en los feminismos como la apertura de una serie de cosas muy potentes y a la vez como preguntas, obstáculos. La idea del bricolage venía con esta cuestión de cómo ir afrontando, de señalar el método del retazo.
Y lo de los nudos tiene una deuda más clara, teórica, que es con Kirkwood, feminista chilena. Ella trabaja explícitamente sobre los nudos, en un texto que se llama Los nudos de la sabiduría feminista, y es muy sugerente porque toma el problema y lo va eludiendo. En el sentido que a los nudos se los puede desatar, tajear, cortar, pero también se los puede tocar y nada más. Ese reconocimiento me parece interesante porque es también una dimensión metodológica, el evitar creer que las cosas las podemos pensar en términos lineales o de transparencia.
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