Campus

RESUMEN

Mattoni escribe este libro, un diario de escritor, como soñaba Flaubert, sobre nada, pero desde otro lugar: se escribe sobre nada, porque  se sabe que lo que hay en la vida diaria, siempre -es la única certeza- es la escritura y es la nada.

Si a veces la vida parece ser lo que está más allá de lo que se escribe, lo que no puede escribirse o lo que se escapa de cualquier escritura posible, como el cuerpo del hijo amado, con su sólida inmaterialidad sensible, su risa, sus olores, sus sonidos, al mismo tiempo parecería que nada sucediera en realidad si no fuera porque es escrito. La escritura es lo que le da un borde al vacío: hace de su trazo (de ese “rasguido mínimos sobre los poros del papel”) un perfil de consistencia para lo inconstante. No hay sentido para la escritura porque no lo hay para la vida, pero la escritura más o menos feliz es una gradación que va del diario al poema, configura un sustrato para la vida en su inmanencia rítmica (“¿Podré seguir mirando, sintiendo, escuchando, si dejo de escribir?”). Y esta es la certeza a la vez fundante y final que la escritura de este Campus nos deja seguir en su fluir, que es el de la repetición con variaciones, el juego, el movimiento diario de la vida misma desde las palabras, los ritmos, el mundo, de un poeta sensitivo, amoroso, y sutil.

Anahí Mallol

 

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